Todos los días que mi sobrino Federico viene a casa de mis padres (donde me quedo siempre que vengo a Fuerteventura), me pregunta por la Nintendo Switch (que siempre me la traigo de Suecia). Cuando deshice las maletas, puse la Nintendo en su estuche en una de las estanterías de mi habitación.
Un par de días después Fede me preguntó que por qué no jugábamos a la Nintendo. Como estamos evitando al máximo la exposición a pantallas, lo he ignorado y seguidamente he ido corriendo a mi habitación sin que me viese a esconderla en el armario de la ropa (de los pocos lugares de mi habitación que él nunca tocaría porque simplemente no le interesa para nada). Vuelvo a la cocina como si nada y me vuelve a preguntar. Le digo que es que no sé dónde está y que no sé si me la traje de Suecia y Fede me dice que el otro día la vio en la estantería (ups). Le digo que creo que está equivocado y seguidamente me dice que va a ir a mi habitación para demostrármelo (yo ya me había encargado de esconderla, así que no estaba preocupada).
Baja Fede las escaleras entre confuso y decepcionado y me dice que él la había visto y al rato me viene con que seguro que yo se la había escondido. Vaya hombre. Le digo que no y me dice que va a encontrar pruebas. Al rato me viene con un cabo suelto que me dejé: el cargador de la Nintendo. Pero le dije que es que yo cargo la Nintendo con el cargador del ordenador (que en realidad es verdad) y parece que se lo creyó, pero él seguía diciendo que yo la había escondido, porque él sabía que la había visto, y como me dio pena que él empezara a pensar que se estaba volviendo loco porque él decía haber visto algo y yo le estaba haciendo gaslighting a un niño de seis años, saqué una videoconsola que tengo en un estuche igual al de la Nintendo, más vieja que la tos y de la que ya ni encuentro ni encontraré el cargador, con la esperanza de que, por una parte, se creyera que lo que había visto había sido la PlaystationVita vieja y que, por otra, no supiera ponerla en marcha porque no había ningún cargador por los alrededores que tuviera la entrada que tenía esa videoconsola (Evidentemente consiguió un cable de 2012 y pudo jugar al Ratchet and Clank que le pareció que era un aburrimiento y me ofendió soberanamente).
Más o menos se lo tragó, pero siguió preguntando. Me preguntó que dónde estaba y le contesto lo primero que se me vino a la cabeza. Me la debí de haber dejado en Suecia. Quiere revisar mi maleta que está en el sótano y mi mochila, y ya se lo confirmé: Me la dejé en Suecia definitivamente (sigue en mi armario). Y entonces se le ocurre una idea brillante: Quiere escribir a Andreas para que la traiga cuando venga a Fuerteventura la semana que viene. Como ya me olía que iba a enviar un mensaje infinito, se me ocurrió una idea aún más brillante: He guardado mi contacto de mi teléfono de empresa en mi móvil con el nombre de Andreas, para que escribiese todo lo que quisiera sin tener que acribillar su teléfono real. Procede Federico a escribir los siguientes mensajes:
Todavía no sé qué me voy a inventar para que no siga insistiendo cuando Andreas esté en Fuerteventura, pero ese es un problema de mi yo de la semana que viene. También podría decirle directamente que no le dejo usarla, explicándoselo, con educación positiva y todas esas cosas, pero sinceramente, para el poco tiempo que puedo pasar con ellos, no voy a estar aplicando psicología y tampoco me voy a convertir en la tía rancia que no le deja jugar a videojuegos. Así que de momento seguiré diciendo que la Nintendo no está entre nosotros.
Besitos de una tía un poco mentirosa.
Definitivamente tienes un sherlock en la familia. A ver como sales de esta. Jajajaja 🤣 Suerte!. 🍀😄
Mucho mejor que la mentira es decirle a tu sobrino: TU MADRE no quiere que te deje la Nintendo, episodio uno de la saga "Como ser una buena tía echando balones fuera". Mucho más rentable (no conozco a tu hermana, que me disculpe, jajajaja).